Luz y Color: El Efecto Visual de Quentin Tarantino
Cuando pensamos en las películas de Quentin Tarantino lo que nos suele venir a la mente son sus alucinantes diálogos, las emocionantes secuencias de acción y violencia o las tramas sencillas pero entretenidas, sin embargo es importante analizar uno de los aspectos que menos se le reconocen al director, su manejo de la luz y el color. En este pequeño texto analizaremos ambos aspectos.
Empecemos por el color, sin lugar a dudas, el color que más abunda en las cintas de Tarantino es el rojo, obviamente por ese singular sello del director de inundar muchos de sus cuadros de litros y litros de sangre que cubren por completo las escenas de violencia, sin embargo, a pesar de que el rojo es el color más recurrente o el primero que nos viene a la mente cuando pensamos, por ejemplo en Bastardos Sin Gloria (2009) o Perros de Reserva (1992), tal vez este no es el color más importante para Tarantino, recordemos que el director suele trabajar con una paleta de colores análoga, o sea, que los colores que utiliza van seguidos en su esquema, dándole a la toma una temperatura e intencionalidad específica. En su mayoría las paletas de color de Tarantino suelen ser cálidas y es que el director de Pulp Fiction (1994) entiende muy bien la psicología de los colores, a tal punto que sabe utilizar estos para llamar de forma obligatoria e inconsciente la atención de sus espectadores. Tan sólo hagamos un recuento de los posters de sus películas, es fácil notar que hay un factor que en todas se repite, el uso de tres colores fundamentales, el rojo, el amarillo y el negro, colores que trabajan en una perfecta sintonía y que evocan curiosidad a la audiencia.
Ahora bien pasemos al otro aspecto que buscamos analizar de Tarantino, aunque más que un análisis estamos por hacerle una apología, ya que Tarantino junto a Robert Richardson (su director de fotografía de más confianza) nos han entregado los mejores trabajos de fotografía de la filmografía del director; Kill Bill (2003–2004), Bastardos Sin Gloria (2009), Django (2012), Los Ocho más Odiados (2015) y Érase una vez en Hollywood (2019). El cine de Tarantino se caracteriza no sólo por su violencia sino también porque, la mayoría de sus cintas, pertenecen al género del noir o neo-noir, esto quiere decir que son películas oscuras o que la trama principal transcurre de noche, aunque esto no quiere decir que no tengan iluminación o estén mal iluminadas, al contrario, el uso de la luz en estas películas está meticulosamente cuidado para que no sobre ni falte en las escenas más oscuras.
Ahora que hemos repasado un poco de forma superficial ambos aspectos técnicos de los filmes de Tarantino es momento de entrar un poco en lo particular, para esto analizaremos una de las cintas en las que el director hace un manejo del color y de la luz casi perfecto, Kill Bill, más específicamente el volumen 1, la cuarta película dirigida por éste. En Kill Bill vol. 1 (2003) notamos algo muy particular, que los colores tienen un uso específico, y es que Tarantino entiende muy bien la psicología de estos, les da un valor simbólico a cada uno, el rojo y la venganza, el blanco y la sabiduría, el negro la maldad, el amarillo la fuerza, el azúl y la serenidad, etc. En la pelea final de la película es cuando los aspectos técnicos explotan para crear una sinfonía de movimientos, música, luces y colores que danzan al unísono, con la novia vestida con su inconfundible atuendo amarillo que recuerda al de Bruce Lee en El Juego de Muerte (1978), la toma de zoom in a los ojos que toma de De Hombre a Hombre (1967), la sangre escurriendo de los ojos de Gogo que homenajea de La Ciudad de los Muertos Vivientes (1980) o la sangre roja cayendo del blanco vestido de O-Ren Ishii que es idéntica a la toma de Lady Snowblood (1973). Esta secuencia es el clímax tanto narrativo como técnico de la película, sin embargo y por desgracia creo que el director peca de ambicioso y puede que haya llegado a saturar sus últimas escenas por no dejar fuera de la cinta ninguna de las técnicas que desea utilizar y ese es el único error que tiene la película, que peca por su codicia técnica. A pesar de eso, y dejando de lado la perspectiva crítica, esta ambición sirve perfectamente para analizar cómo es que se utilizan las luces y los colores para crear una secuencia épica, dinámica y nada monótona. Tarantino ocupa tan bien los colores en Kill Bill que cualquier persona puede reconocer o recordar a la novia en su icónico traje amarillo sin siquiera haber visto la película.